Zibaldone

El año pasado llené este libro —Zibaldone de pensamientos (Marginales), una antologí­a en español de los diarios de Giacomo Leopardi — de papelitos y notas adhesivas; la más grande marcaba esta página:

De la estúpida idea que se tiene de la belleza absoluta deriva la más estúpida opinión de que las cosas útiles no deben ser bellas, o pueden no ser bellas. Tomemos por ejemplo una obra cientí­fica. Si no es bella, se le perdona porque es útil, y se afirma incluso que no le conviene la belleza. Pero yo digo que si no es bella, y por tanto es fea, entonces es mala en ese aspecto, por valiosa que sea en todo lo demás. ¿Por qué es bello el Tratado de Celso, que es un tratado de medicina? ¿Acaso por tener ornamentos poéticos o retóricos? Todo lo contrario: en primer lugar porque carece por completo de ellos, y porque posee el despojado candor y la sencillez que convienen a esa clase de obras. En segundo lugar, porque es claro, preciso, por la pureza de su lengua y de su estilo. Esto son valores y bellezas que convienen a todo libro. Todo libro tiene la obligación de ser bello en el pleno rigor de la palabra, es decir, de ser totalmente bueno. Si no es bello, entonces es malo en ese aspecto, y no existe algo intermedio entre no ser bello, y no ser perfectamente bueno, y por tanto ser malo en ese aspecto. Y lo que digo de los libros ha de extendense a todas las otras clases de cosas llamadas útiles, y en general, a todo.