Los documentales de Promenades d’architecte (aquí Un arquitecto en una ciudad) siguen siempre el mismo esquema: un arquitecto dibuja un croquis de una ciudad y comenta sobre el mismo la evolución urbana. Ayer vi el de Paul Chemetov sobre Amiens. Me llamó la atención su idea de que el buen urbanismo debería actuar como los móviles de Calder, produciendo un cambio en las cosas que mantenga las relaciones entre ellas; dicho de otro modo, todo está ligado con todo, pero sin conflictos, de modo que, cuando una cosa se mueve, las otras le hacen sitio, adaptándose a ese acto sin que ocurran procesos destructivos o aumento de desorden.
Arriba, un móvil de Calder (Constellation, 1942) y una fotografía del gran Harry Callahan (Weed Against Sky, 1948). Decía Munari —¡otra vez él!— que Calder era el primer escultor de árboles; sus móviles tienen el mismo principio, la misma oscilación, el mismo comportamiento dinámico que una rama con sus hojas. Ojalá el urbanismo se pareciese a eso; yo no veo mucha armonía cuando paseo por la ciudad, la verdad.