Anoto las impresiones de Bert Teunissen sobre estos paisanos de Ancares que fotografió para Domestic Landscapes:
«La encontramos a un lado del camino cortando leña, y cuando comenzamos a hablar con ella nos llevó a su casa. Allí conocimos a su marido. Nunca había visto una sala de estar así. El fuego estaba en el suelo en el centro de la habitación, no había hogar, ni había chimenea. El techo ascendía y simplemente acababa en un agujero pequeño en el tejado. Se podría decir que todo el cuarto era en sí mismo una chimenea. Todo en la habitación estaba negro. Negro del humo y del alquitrán que produce el fuego. No se aprecia en las fotos —aunque sí en las series de Domestic Landscapes— la cadena de hierro de la que cuelgan el puchero en que cocinan. Cuelga de una viga que se puede apartar pivotando. »No había absolutamente nada en la casa que no necesitaran para vivir sus vidas. Cuando le pregunté al marido si echaba de menos algo, si le faltaba algo, el hombre se levantó, se acercó al armario del fondo, lo abrió y dijo: “Tenemos todo lo que necesitamos”. Dentro vimos un pedazo de pan hecho en casa, un trozo de queso hecho en casa, chorizo hecho en casa, aceite de oliva hecho en casa y vino hecho en casa. “Y además de eso,” dijo “nos tenemos el uno al otro” y se sentó al lado de ella para que los fotografiara. »Yo diría que hace tiempo que pasaron de los ochenta, o incluso de los noventa y siempre han vivido en esa casa ahumada. Y estaban fuertes como un buey.»
La pena es no oírles hablar en gallego. Para eso, mi abuela.