Leo un artículo de Antonio Caballero sobre cuál debe ser la función del intelectual en una sociedad:
Pregunto yo a mi vez : ¿qué es un intelectual? Un ciudadano que opina libremente, y públicamente, sobre lo público; pero que no es un político. Suele ser un escritor: un poeta como Quevedo, un filósofo como Kant, un novelista como Dostoievski, o un periodista como Camus. Pero puede ser un músico (Wagner); o un científico (Einstein); o incluso un cura (el Papa, digamos, cuando no pontifica : o sea, cuando no hace política). Con respecto al escritor dice Pinter que «no encuentra refugio a no ser que mienta; y en ese caso podría decirse que se ha convertido en un político». Es lo contrario de un intelectual, cuya función es justamente la de denunciar la mentira del político: la mentira del poder. Intelectual es Sócrates, o el profeta Jeremías, o el Zola del Yo acuso, o el Orwell del Homenaje a Cataluña: el que denuncia la mentira que es necesaria para el político. Intelectual es el niño aquel del cuento que se atrevió a decir, públicamente, que el Emperador iba desnudo.
Algo parecido a lo que decía Michel Foucault sobre la parresía, esa especie de franqueza que arriesga la propia vida.