Leo esta entrevista al diseñador italiano Enzo Mari en la revista apartamento, The essence of beauty. Una de sus preocupaciones es conseguir un buen diseño de juguetes (¡qué bonitos —y caros— son sus puzzles de madera). Opina que los juguetes que llenan hoy las habitaciones de los niños son en su mayoría objetos de aspecto infantil, regalados (por eso deben ser mostrados) por familiares y amigos (los bebes no compran cosas, por ahora), y que no se corresponden con el nivel del niño: Enzo Mari cree que hay menos diferencias entre un aborigen australiano de veinte años y un profesor sueco de sesenta que entre un niño de tres años y otro de seis. Traduzco:
«Daría un premio Nobel a cada niño al cumplir año y medio… La capacidad mental en el primer año de cualquier vida humana es superior a la de Einstein adulto. El bebé recién nacido no sabe nada, no sabe qué es el espacio, qué es el tiempo, qué es el lenguaje, no sabe nada. Ni siquiera es consciente de que tiene manos, y, no sólo no sabe nada, ni siquiera sabe que existe, y no le puedes enseñar nada. De forma autónoma, experimenta el movimiento y deduce posibles descripciones… después relaciona estas descripciones con los demás y vuelve a experimentar el mundo de nuevo. Es el proceso de praxis y teoría que está en la base misma de todo conocimiento humano. «No quiero hacer cosas infantiles. Trato a los niños como si fueran adultos y uso mis conocimientos técnicos para que lo sean. No quiero descuidar la forma, quiero que sea perfecta. Si diseño una silla para niños, diseño la forma del objeto teniendo en cuenta razones técnicas y ergonómicas, sin añadir un Pato Donald o ositos por algún lado. ¿Por qué debería tratar a un niño como un idiota?»