Leyendo El cuaderno rojo, las divertidas memorias de Benjamin Constant publicadas por Editorial Periférica; encuentro un buen sistema para enseñar griego:
«El primer preceptor del que conservo algún recuerdo fue un alemán llamado Stroelin (…). Había tenido una idea bastante ingeniosa, que consistía en hacerme inventar el griego para enseñármelo, es decir, que me propuso que inventáramos entre los dos un idioma que sólo conoceríamos nosotros: esta idea me apasionó. Para empezar formamos un alfabeto, en el que él iba introduciendo las letras griegas. Después comenzamos un diccionario en el que cada palabra francesa era traducida por una palabra griega. Todo aquello se grababa maravillosamente en mi cabeza, porque creía yo que era su inventor. Sabía ya un montón de palabras griegas, y estaba ocupado en dar a estas palabras de mi creación unas reglas generales, es decir, que estaba aprendiendo la gramática griega, cuando mi preceptor fue despedido. Tenía entonces cinco años.»
La fotografía de arriba, que recuerda a Marat asesinado, es de Geir Moseid.