Como la política es hoy un espectáculo más, algunos parecen preocupados por encontrar líderes carismáticos. Pero, ¿para qué necesita un político carisma?. Leo esto de Primo Levi y me gusta:
«Hay que desconfiar de quien trata de convencernos con argumentos distintos de la razón, es decir, de los jefes carismáticos: hemos de ser cautos en delegar en otros nuestro juicio y nuestra voluntad. Puesto que es difícil distinguir los profetas verdaderos de los falsos, es mejor sospechar de todo profeta; es mejor renunciar a la verdad revelada, aunque la hallemos cómoda porque se adquiere gratis. Es mejor conformarse con otras verdades más modestas y menos entusiastas, las que se conquistan con mucho trabajo, poco a poco y sin atajos por el estudio, la discusión y el razonamiento, verdades que pueden ser demostradas y verificadas.»