Hace tiempo leí un ensayo muy bueno de John Berger, en su libro Modos de ver. Hablaba de que en la mayoría de los desnudos de la pintura al óeo europea, las mujeres son objetos visuales que existen sólo para ser vistas por un espectador masculino desconocido, que es el protagonista principal de la obra. Todo va dirigido a él. Todo debe parecer un mero resultado de su presencia allí. Casi nunca aparece en un cuadro un amante masculino, y si lo hace, la mujer no centra su atención en él, sino en ese misterioso espectador.
Este cuadro, fechado hacia 1592 y de autor desconocido, representa a la amante de Enrique IV, Grabielle d’Estrées, con su hermana. Ellas están sentadas en el baño y son conscientes de que se las observa. El anillo que sostiene una de ellas entre los dedos es un anillo de amor y parece ser que indica la posición del amante de la hermana (o de ambas).
Todas estas convenciones de la tradición artística han pasado al moderno lenguaje publicitario. He descubierto una galería de inquietantes recreaciones publicitarias de ambiente clásico. ¿Qué os parecen?
Esta fotografía es de una campaña para Yves Saint Laurent de 1998, con Kate Moss y Scott Barnhill fotografíados por Mario Sorrenti.