Me quedo hasta las dos o tres de la madrugada disfrutando con la lectura de Cumbres Borrascosas, un placer en el que algo tendrá que ver la estupenda edición, con su papel que huele tan bien, los márgenes generosos, las columnas de texto con sólo treinta líneas de altura. Con las ilustraciónes de Balthus, otra maravilla.
Antes de dormir me asalta la intuición de que, cuando haya muerto, este libro que tanto me gusta acabará en el cajón de algún rastro, con el resto de mi biblioteca.