Mientras Maiakovski soñaba con el proletario volador y Chagall pintaba luftmenschen, Vladímir Tatlin diseñaba su maquina voladora, un enorme pájaro artificial ideado para ser usado mediante propulsión humana: el Letatlin (de летать —volar, en ruso— y Tatlin) es una bicicleta insertada en una estructura de madera liviana y recubierta con una membrana de seda.
Por supuesto, ya existía el aeroplano y se conocía la falacia de la escala —dar por sentado que un sistema que funciona a una escala determinada también funcionará a una escala más pequeña o más grande—, pero Tatlin quería que el hombre volase con algo, no dentro de algo, aún simbólicamente.