Miguel Anxo Murado, del que soy un admirador histérico, escribe hoy en su sección Escrito en cafeterías de La Voz de Galicia:
El año en que competían por los oscars películas que hoy son clásicas como Uno de los nuestros o El padrino III, el premio se lo llevó Bailando con lobos, una sonrojante cinta de Kevin Costner. Ante el estupor de los comentaristas, tan sólo José Luis Garci supo entonces entenderlo y explicarlo: los oscars no son un festival de cine, son los premios de la industria cimenatográfica y como producto industrial, la película de Costner era mucho más interesante: recuperaba un género que se creía agotado, el western, introducía una nueva fórmula de superproducción más barata y, sobre todo, había tenido más éxito. Scorsese y Coppola tan sólo ofrecían arte, brillantez, originalidad. Y eso no bastaba, porque quienes elegían al ganador no eran cinéfilos sino simples trabajadores de la industria para los que el cine es un medio de vida. Lo mismo se podría decir de las elecciones norteamericanas. El tópico en Europa presenta al norteamericano como un votante ingenuo, pero esa es una ingenuidad europea: el norteamericano sabe perfectamente lo que vota. Por decirlo de alguna manera, la política en Estados Unidos contiene muy poca política. Estados Unidos se ve a si mismo como una gigantesca corporación, una gran empresa. America Incorporated. Su fundador, George Washington, era a su vez el plantador más importante del país, y no es por casualidad (la primera acuñación de dólares se hizo con la plata de sus vajillas, literalmente). Así, las cualidades que los americanos buscan en su líder son las de un empresario, un manager, no las de un ideólogo. Esperan firmeza, objetivos claros, simples, experiencia en el cargo, ambición pero no riesgo. Es el voto de un inversor. Kerry no podía ofrecer nada de esto. A la cabeza de un voto de rechazo, era prisionero de su simetría con Bush. Fracasó al intentar hacer la campaña como si Bush no existiese y cuando volvió a la estrategia de polarizar al electorado descubrió lo que siglos antes descubrió Arquímedes en su bañera de Creta: que toda fuerza provoca una fuerza proporcional en dirección contraria. Cuanto más ha logrado movilizar el voto de los descontentos con Bush, Kerry ha provocado de paso la movilización del voto favorable al presidente. El que, aun así, haya logrado un resultado tan ajustado, es un mérito considerable, pero insuficiente. Como dicen en las carreras de caballos de Siena, no hay peor posición que quedar de segundo.
Miguel Anxo Murado, America Inc. La Voz de Galicia, 4 de noviembre de 2004