Apunto aquí algunos comentarios interesantes que he leído los últimos días sobre la Navidad:
Gregorio Luri en El café de Ocata:
«Hay un número cada vez mayor de políticos (especialmente entre la izquierda) que parece dispuesto a asumir de la peor manera posible —o sea, inconscientemente— una teoría liberal radical del espacio público, según la cual hay que despojarlo de toda seña de identidad comunitaria para que todo el mundo pueda lucir las suyas propias sin sentirse molesto. Si se trata de religión, en la plaza pública se han de reconocer todas las religiones; si se trata de sexo, todos los sexos; si de ideologías, todas las ideologías… El poder tendría así la extraña función de mantener el espacio público libre de signos. Sería algo así como el barrendero ideológico de la ciudad. Curiosa concepción del poder desposeído de contenido y reducido a mera formalidad, a urbanidad, a higiene. Claro que en contrapartida a los ciudadanos se les aconseja que tengan únicamente convicciones de baratillo, algo así como un ligero cariño por lo propio y una curiosidad antropológica universal, pero epidérmica, por lo ajeno. Conviene creer poco en las propias ideas para respetar con educación las ajenas, sin alterarse por ninguna rareza. La plaza pública pasaría así a convertirse en una pasarela de convicciones precarias. Más aún: abundan los que quieren hacer pasar la precariedad de nuestras convicciones por el distintivo de una moral superior.»
Eduardo Robredo Zugasti en su Tabula rasa:
«Aunque el paganismo engendró al cristianismo, éste no ha dejado de generar versiones laicas que, bajo la apariencia de plantarle cara al zeitgeist, lo que hacen es continuarlo por otros medios. (…) Del mismo modo que el gozador pagano atesoraba para una “edad que termina” (Lucas 6-24), el consumista burgués consume, desde la óptica del revolucionario, para una época histórica que promete ser consumida ella misma por las leyes históricas. Pese a que el ebionitismo laico fue perdiendo vigor a medida que se disolvían las expectativas de una sociedad comunista —paralela al bautismo de fuego previsto para el fín de los tiempos—, su marca no ha llegado a desaparecer nunca y se diría que retorna eternamente.»
Y Pseudópodo:
«La Navidad es la civilización. Lo que nosotros llamamos civilización, todo lo que en nuestro fuero interno nosotros (los occidentales) apreciamos y consideramos más valioso está resumido, simbolizado, quintaesenciado en esta fiesta.»
Por mi parte, feliz navidad a todos.